miércoles, 24 de abril de 2013

Los reinos del Planeta Estrés (y el sabio mago)



Los reinos del Planeta Estrés

(y el sabio mago)


En el planeta de las creencias había 4 reinos. En cada uno de ellos una reina se encargaba de establecer las reglas. El reino del Norte; Algoestamalenmivida. El reino del Sur; Algoestamalenelmundo. El reino del Oeste; Separadosdelafuente  y el reino del Este; Estamuseparadus.

Cada una de estas 4 reinas tenía su poción especial. La reina del Norte rociaba su perfume y aquel que lo olía empezaba a creer que algo estaba mal en su vida, en una cadena sin fin. Si el clima estaba bien, se quejaban del tránsito, si el tránsito estaba bien, se quejaban de la contaminación, si ésta mejoraba se quejaban de la gente mentirosa, si la gente mentirosa cambiaba se quejaban de la violencia…y así, sin parar siempre había algo de que quejarse. Esa era la maldición de la Reina del Norte.

La reina del Sur, también hacía de las suyas. Ella soplaba polvos de quejas del mundo material. Quienes olían estos polvos, empezaban a creer que había algo terriblemente mal con sus cuerpos. Los morenos quería ser rubios, los bajitos querían ser altos, los flacos querían ser gordos, los de ojos azules quería ojos cafés, los de cabellos lacios querían ser de cabello rizado y viceversa. Se veían tomados por la inconformidad. Los indignaba la basura, les parecían mal los puentes del reino, se quejaban de los animales, la arquitectura de los castillos les parecía horrible, ya habían demasiados carruajes  en el  reino…un sinfín de quejas de lo que pasaba en el reino y de incomodidades acerca de su cuerpo.

La reina del Oeste, era muy especial. Horneaba unos pastelitos y los regalaba a los habitantes del reino. Áquel que probara el pastelillo empezaría a creer que no era amado por el creador de aquel planeta, creía que no había conexión entre él y la fuerza que mantenía al planeta flotando. Se sentía culpable y temeroso de acercarse, ya que el hechizo les hacía pensar que habían hecho algo muy malo y no merecían amor.


La reina del Este. Una reina muy temida. Esta reina mezclaba unas gotitas de poción en el agua de los pozos. Al beberla, los habitantes creía que estaban separados unos de los otros, que no había conexión entre ellos, que había quienes estaban rotos de tanto mal que les habia sucedido. Que eran entes diferentes y autónomos y que por lo mismo no era necesario dar amor a los demás, porque no importa si vivían en la ignorancia o no, a los demás no les incumbía.

Y así fue como este planeta se empezó a infectar de los maleficios de estas reinas, y los habitantes eran diagnosticados por los sanadores como “habitantes estresados”. Así vivieron durante años, hasta que un día un viejo mago llegó al Reino del Norte, con una capa negra sobre un corcel blanco.  Portaba un cetro en forma de serpientes, pero no asustaban a nadie, incluso las serpientes se veían alegres viajando con él.

En el reino del Norte, pensaron: “algo está mal ¿ porqué hay un intruso en nuestro reino?”
Entonces el mago se sentó en la corteza de un árbol y a cada habitante que pasaba le decía algo hermoso que veía en él. Los habitantes al principio lo ignoraban, se sentían apenados, ofendidos, aunque uno que otro sonreía una vez que se alejaba del mago.
Los habitantes del Norte empezaron a ver que todo estaba bien, el hechizo de la reina se desvanecía cada vez más rápido. Se daban cuenta de que su reino era tan perfecto, que incluso su reina era bondadosa y los amaba, pero a ella se le había olvidado.

El sabio brujo montó su caballo blanco y se dirigió hacia el Sur. Cuando llegó los habitantes pensaban: “Qué mal gusto traer una capa negra, es horrible que venga cabalgando a esa velocidad, qué horrible cetro!” El sabio mago se sentó en una roca y a cada habitante que pasaba le agradecía por pasar por ahí. Les daba las gracias por sus saludos, por su existencia, por su trabajo, por todo lo que eran y hacían en sus vidas. Poco a poco los habitantes del reino de Sur comenzaron a copiar lo que hacía este antiguo mago y en lugar de quejarse de la arquitectura de sus castillos agradecían ser el reino que tuviera la cantidad más grande y conocida de castillos. Incluso se reunieron para agradecer a la reina todo lo que había hecho por tener el reino tan bonito.

El brujo sonrió y montó su caballo hacia el reino del Oeste, donde llegó y se sentó en un viejo puente de madera junto a un arroyo. Se quitó la capa y clavó el cetro en la tierra. Poco a poco la gente del reino comenzaba a llegar y el viejo mago se levantaba para abrazarlos y decirles cuánto los amaba. ¡La gente no lo podía creer! El gran mago que era como una leyenda, se había acercado a abrazarlos con un mensaje de amor, les decía que todo estaba bien, que ellos no eran culpables de nada y que eran muy amados, porque no importaba lo habían hecho o no, mientras en este momento ellos lo supieran, bastaba para que recordaran el gran amor que había en ellos.  El amor que se sentía era tan fuerte que el mago no tuvo que hacer nada más, así que se sentó por un momento, observó a los habitantes llenos de amor, cómo enviaban sus mensajes de amor a la reina, observó cómo cambiaba todo alrededor y volvió a subir a su caballo rumbo al reino del Este.

Cuando el mago llegó, la gente del reino tuvo diferentes reacciones, unos lo ignoraban, otros sufrían por ver al caballo probablemente cansado, otros sentían lástima del mago, ya era muy grande para andar cabalgando.
El mago se acercó a una tienda de chocolates y sentó en las sillas de la terraza. Compró chocolate caliente para todos, las sonrisas de la gente, los lazos que hacían entre ellos, la certeza de que todo lo que ocurría estaba bien, de que no eran menos unos que otros, que eran capaces de lograr lo que se propusieran era tan viva que el mago se levantó del banco y subió de nuevo a su caballo.

Los habitantes del reino de Algoestamalenmivida se dieron cuenta que si apreciaban sus vidas, no importando ningún hechizo, todo se volvería perfecto, ellos eran los creadores de la perfección que querían ver en su reino.
Los habitantes de Algoestamalenelmundo vieron que agradeciendo lo que ya tenían, la abundancia y el bienestar vendrían solos.
Los habitantes de Separadosdelafuente descubrieron que el amor es la fuerza que los une, que nunca habían hecho nada mal, sólo que habían sido ignorantes de eso.
Los habitantes de Estamuseparadus se dieron cuenta de que eran perfectos, que eran lo mismo unos y los otros, que  eran una sola cosa, completa y perfecta.

Las reinas se rindieron al pueblo y adaptaron la forma de vivir que el mago les había enseñado. Y a cada momento que ellos elegían vivir así, eran felices para siempre.


¿Y el mago?
Ya no usa caballo, ¡los tiempos ya cambiaron! Pero aún sigue repartiendo las palabras mágicas, ahora no con capa sino con una chaqueta negra que le va muy bien para estos tiempos.








No hay comentarios: